Zidane se movía con la prestancia de un torero. Con una maestría y sofisticación técnica, él orquestaba el juego con inspiración divina. Sus pases eran una obra de arte, como pinceladas magistrales en un tapiz https://sidneyeeti504546.izrablog.com/38947948/el-cabezazo-que-marcó-la-final-más-polémica